14 ago 2007

Himz y las sorpresas (in)esperadas

Las sorpresas siempre me han inquietado, tanto las que ya me huelo algo y sé que traen, como las que son totalmente imprevistas y desconocidas.
Una de ellas lleva la etiqueta de Sam. Quizá no lo quería reconocer, pero en mi cabecita había una voz diciéndome lo que iba a pasar, haciendo spoilers en mi propia vida, vamos. ¿Qué ha pasado con él? Lo de siempre, para variar y ser originales. Hemos quedado un par de veces y yo veía como él empezaba a elevarse del suelo un par de centímetros, es decir, empezaba a hacerse ilusiones. Y mi cuerpo reaccionó siguiendo la costumbre, haciendo un gran gran bola de ansiedad en el estómago viendo lo que se avecinaba. Porque siempre me pasa igual, el otro chico se encandila y yo nunca acabo de sentir esas mariposas en el estómago que debería sentir. Y lo siento, pero por muchas ganas que tenga de tener alguien a mí lado no puedo engañar al otro y prometerle amor eterno cuando no hay nada de eso. Así que yo ya me veía haciendo de malo en la película de amor, again. Y así fue, un día me preguntó que qué quería, si estaba buscando algo porque él empezaba a sentir algo que hacía mucho tiempo que no sentía por nadie. Que no era pura atracción física, era algo más profundo y se estaba calando. Ahí fue en el momento en que me sentí como el asesino de la madre de bambi. Y lo peor de todo es que el chico tiene cualidades, es un artista nato, cariñoso, romántico, es mono, de mi ciudad -dar especial énfasis a esto-, pero nada... A este paso acabaré hetero. Y bueno, ya os podéis imaginar lo bien que le sentó a él cuando le expliqué que nanai de la china, que empezó a decirme las cosas más bonitas y tristes del mundo. En plan enamorado heartbroken. Y a mí que se me hizo el corazón una bolita pequeña, porque yo le he tomado mucho cariño; así que hemos acordado de seguir viéndonos pero ser sólo amigos -esto va a ser muy difícil, pero bueno, yo le dejo tiempo y espacio; no tengo ganas de peder el contacto con alguien como él-.
Y bueno, hoy aparecieron en mi casa por sorpresa mi tía y mi abuela diciendo que nos íbamos a comer a un restaurante, ¡¿cómor?! Con lo tranquilito que estoy yo en casa, con la comida casera -valga la redundancia- y viendo las hostias que se dan en Smackdown. Pues nada, he tenido que pasar por chapa y pintura -que llevaba ya dos días sin salir y parecía recogido de la calle- y al restaurante que hemos ido. A mí me toca hacer el papel de sobrino educado y modosito -que dice mi abuela- y aguantar con una sonrisa mientras mi tío y mi tía se enzarzan en una discusiones que por mucho que intenten disimular, se ven a kilómetros; por no hablar de tener que aguantar a mi prima la Divine. Total, que estaba yo comiendo tan tranquilo cuando de repente miro hacia la derecha y veo como se me clavan dos ojos grises como puñales. Una mirada de esas penetrantes que notas como si te estuviera viendo hasta las entrañas, de esas miradas que te deja sin aliento. A mí se me cortó el hambre. Era de un chico de unos diez años mayor que yo, que iba con otro, y sí, mi gaydar hacía pipipí. No me quitaba ojo. Y la prueba ha sido que cuando se iba, le he mirado y efectivamente, me ha lanzado una última mirada. Qué ojazos, por dios, qué ojazos...

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2 Comments:

At 15 de agosto de 2007, 13:37, Anonymous Anónimo said...

Nene, es que el enamoramiento no suele surgir así como así. Mucha gente se enamora solo un par de veces o tres en su vida.

Ah, y óyeme bien. Hetero ni muerta! xD

De todas formas, d q t sirve un gaydar que funcione si luego nada eh?

Habrá que profundizar en nuestra próxima sesión.

 
At 15 de agosto de 2007, 15:44, Blogger Pau said...

Te entiendo perfectamente con la historia de Sam, a mí me pasaba lo mismito... hasta que te deje de pasar, ya verás.

 

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